martes, 26 de mayo de 2015

3 castigos para un hijo - parte 3

Daniel yacía sobre las piernas de su padre, sus nalgas aún palpitaban por los golpes que había recibido.

-Vamos a ver ¿qué tenemos aquí?- dijo su padre. acariciando primero las nalgas de su hijo, para luego con el dedo índice acariciar el suave culo del muchacho. -¡Esto será bueno para ti cabrón!-dijo el padre, seguido humedeció su boca el dedo índice y lo colocó sobre el culo de Daniel.

Daniel no sabía qué hacer o decir, sólo se limitaba a esperar lo que fuera que su padre preparara. En 5 segundos, Daniel sintió la punta del dedo de su padre entrando por su culo.

-¡Pap... Viejo.... q... qué haces?- como respuesta, su padre empujó su dedo índice por el recto de Daniel, llegando hasta el nudillo. - ¡Ahhh!... ¿¡qué.... - Daniel no podía hablar, se sentía aturdido y desorientado. Sólo sentía cómo el dedo de su padre entraba y salía de su recto, dando pequeñas vueltas en el interior.

-Síii, esto te enseñará a cuidar lo que no te pertenece- el padre sacó el índice del culo de su hijo, ahora humedeció con su boca el dedo anular, y sin aviso, lo introdujo todo por el recto de Daniel.

Daniel se estremeció, más no dijo nada, no sabía qué decir o hacer. Su padre metía a sacaba el dedo anular, primero con suavidad, pero gradualmente fue aumentando la velocidad y la profundidad.

-¡Gózalo cabrón!- dijo el padre. Daniel no pudo evitar empezar a gemir, primero con timidez, pero poco a poco con más volumen. -¡Eso niño! ¿quieres más?- dijo su padre, y sin esperar respuesta, metió los dedos índice y anular por el culo del joven. -¡ahhhhh!- fue todo lo que Daniel pudo decir o hacer, su cerebro no pensaba en otra cosa más que en los dos dedos firmes y fuertes que entraban por su culo. El castigo siguió unos 5 minutos, entre los gemidos de Daniel y la fuerza de los dedos de su padre.

-Creo que ya estamos listos- dijo el padre sacando suavemente los dedos. Busco por un momento en la bolsa hasta que sacó un tubo de hule, era negro y un poco flexible. -Muy bien niño, vamos por tu castigo-

Con la mano izquierda, el padre separó las nalgas que ocultaban el culo de Daniel, y con la derecha, colocó el tubo justo encima del culo del joven. -Respira hondo- dijo al muchacho, y empujo con firmeza y una poca de fuerza aquel instrumento, metiendo la punta en el culo de Daniel.

-¡Ya para!- dijo Daniel sin aire, su cuerpo no paraba de temblar. Como en el pasado, su padre fingió no escucharlo, y empezó a menear aquel tubo con la punta dentro ya del culo del muchacho.

Poco a poco el padre forzaba al tubo a entrar un poco más. A cada poco que el objeto se deslizaba por su recto, Daniel sentía una descarga eléctrica muy extraña, que nunca antes había sentido. -Ya casi esta bien adentro niño, ¡no te resistas!- de un momento a otro, aquel tubo encontró el acomodo exacto para deslizarse por todo el recto de Daniel; el chico no pudo hacer más que arquearse y gemir con fuerza. -¡Bien cabrón! ¡Tómala como un hombre!- su padre sacó de golpe todo el tubo y sin dudarlo lo volvió a colocar para esta vez meterlo hasta el fondo del recto de un solo golpe. Daniel volvió a gemir con fuerza.

Su padre metía y sacaba el tubo hasta el fondo y a ritmo. Con un poco de su notable fuerza, volvió a levantar el cuerpo de su hijo, para arquearlo, y separándose un poco más de la cama y abriendo las piernas, volvió a colocar la cadera del muchacho sobre sus piernas. Esta vez, colocó la mano izquierda por debajo del cuerpo del muchacho, cuyo miembro ahora colgaba entre las piernas de su padre, ya tenía una ligera erección.

El padre tomo firme con la mano izquierda el miembro de su hijo. -¡Te haré un hombre cabrón! ¡vaya que sí!- y con suavidad pero sin detenerse, empezó a masturbar a su hijo.

Con la mano izquierda, masajeaba el miembro de Daniel, con la derecha sacaba y metía en negro tubo de hule por el recto del joven. Daniel sólo gemía y sentía la electricidad recorriendo todo su cuerpo. Una sensación dolorosa e incómoda, sólo quería sacar aquel tubo de su recto y poder levantarse, pero por más que fuera incómodo y doloroso aquello, Daniel no pudo evitar tener una firme erección.

-¡Vaya! ¡Por fin me demuestras que eres un hombre! ¡Me alegra no haber criado a una nenita!- el padre jalaba del miembro de su hijo, firme e ininterrumpida mente, como su quisiera ordeñar una vaca. -¿Se siente bien verdad?- dijo después de un rato -Pero no estoy para hacerte pasar un buen rato, recibirás un buen castigo-

Sacó de golpe el tubo negro del culo de Daniel, dejó de masturbarlo, con fuerza lo levantó, y en un movimiento casi olímpico, colocó a Daniel en el piso, su nuca junto a los pies de su padre y su espalda se levantaba a las piernas que quedaron al aire. Su padre lo dobló, dejando nuevamente el culo de su hijo frente a él, pero ahora se asomaba entre las piernas del joven una dura erección.

-¡Abre bien el culo cabrón! ¡te viene tu castigo!- dijo el padre sacando de la maleta un tubo rosado y más grueso que el anterior. Ahora Daniel pudo verlo, y notó que aquello que su padre había sacado de la maleta tenía forma de un pene totalmente erecto y lleno de venas.

-¡Papá! ¡Ya aprendí! ¡No lo haré de nuevo, lo prometo!- dijo Daniel con tono de súplica.

-¡No seas marica cabrón! ¡Ni te pongas a llorar! ¡No voy a ser el padre de un maricón! ¡No hables y acepta lo que hiciste y sus consecuencias!- dijo el padre con tono de enfado.

Con las dos manos, el padre separó ambas nalgas de su hijo, dejando un culo rosado al descubierto. Juntó saliva en la boca y la dejó caer justo dentro del recto. Tomó el pene de hule y le escupió para luego humedecerlo todo.

-¡Ni se te ocurra llorar porque te irá peor!- y sin más, colocó aquella cosa con la punta justo sobre el culo de Daniel, le dio una media vuela hasta que la punta acomodó, y sin aviso lo introdujo tanto como pudo por el recto del muchacho.

Daniel apretó los ojos y tensó el cuerpo, pero un fuerte gemido se le escapó del pecho. El padre meneaba el pene de hule sin sacarlo del todo, por el culo de su hijo, a cada penetración, cada vez un tanto más profunda, Daniel gemía y apretaba el rostro; sus piernas atadas temblaban sin control.

-¡Sigue niño! ¡Sigue!- dijo el padre, jugando con el pene de hule y el culo de su hijo. A momentos dejaba de empujarlo para ver cómo salía lentamente, pero justo antes de que saliera por completo, volvía a empujarlo a tope, provocando otro gemido de Daniel.

-Veamos qué puedes hacer- dijo el hombre, tomando firmemente el juguete con su mano derecha y empezó a sacara y meter el objeto con rapidez.

Con aquellos furiosos movimientos, el miembro erecto de Daniel bailaba de aquí para allá, sobre la cara del chico.

-¡Papáaa! ¡Yaaa! ¡Yaaaaaaaa!- gritó Daniel, pero su padre siguió, incluso trató de aumentar la velocidad y la profundidad con que castigaba a su hijo.

Después de 1 minuto, Daniel no pudo aguantarlo: -¡Papáaaaa! ¡Paraaaaa! ¡Ya no aguantooooo!- su padre no se detuvo. En segundos Daniel eyaculó, descargando cuatro grandes chorreadas de semen por su cara y el piso.

-¡Vaya cabrón! ¡Sí eres hombre! ¿Pero cuándo te dije que podías hacer eso? ¡Ahora manchaste la alfombra! ¡Aprenderás a hacer sólo lo que yo te diga y cuando yo te diga!- dijo el hombre tomando el miembro aún erecto de su hijo con la mano izquierda. - ¡Vas a aprender a obedecerme!- y empezó a masturbar nuevamente al joven.

-¡Pap..Papáaa! ¡Yaaaa... me duele... para!- dijo Daniel con aliento cortado.

-¡Cállate!- fue lo único que dijo su padre y siguió masturbándolo mientras que con el pene de hule aún penetraba el culo del muchacho.

La masturbación, al principio firme y lenta, fue acelerando. -¡Vamos cabrón! ¡Si vas a manchar mi alfombra, al menos mánchala bien!- dijo el hombre.

Daniel no podía contestar, sentía que el cuarto le daba vueltas y lo único claro que percibía era el dolor que sentía en su miembro y en su culo.

Aquello duró unos 2 minutos, hasta que el cuerpo de Daniel volvió a responder.

-¡Papáaa! ¡Para! ¡Me dueleeee muchooo! ¡Ahhhhhhh!- Daniel volvió a eyacular descargando otros 4 disparos de semen iguales a los primeros, manchando aún más su cara y la alfombra del cuarto.

-¡Vaya cabrón! ¡Tenías las bolas llenas!- dijo el padre y apretó con fuerza el miembro de Daniel, tratando de escurrir de él hasta la última gota.

-¡Mira que desastre has hecho! ¡Tendrás que limpiarlo niño!- dijo el hombre. Retiró el pene de hule del culo del chico, se incorporó y con su fuerza levantó el cuerpo de Daniel para colocarlo boca abajo sobre la cama.

-Ya aprendiste a cuidar lo que no es tuyo cabrón, ¿o me equivoco?- dijo el padre desabrochándose la camisa. -¡Pero te falta aprender a encarar los problemas como hombre y no acobardarte como marica!- !Esto te enseñará!

Jaló al aún mareado Daniel al centro de la cama, lo volteó boca arriba y liberó el nudo que ataba las piernas del muchacho.
Con una parte de la cuerda amarró la pierna izquierda de Daniel, la tensó, y pasó la cuerda por el cabezal de la cama, dándole vuelta para así llegar ahora a la pierna derecha, la cual igual tensó y amarró.

-¡Ahora sí cabrón! ¡Mírame de frente y dime lo que hiciste!!- dijo el padre quitándose la camisa, luego los zapatos, el pantalón y los calzoncillos.





3 castigos para un hijo - Parte 2

Daniel entró a la habitación de su padre.

-Viejo, ¿estás aquí?-

De respuesta, una fuerte mano lo tomó por la muñeca izquierda y lo empujó contra la pared de la entrada. Sintió cómo la fuerte mano y brazo de su padre lo empujaba contra el muro. Escuchó un sonido metálico, después sintió en sus muñecas algo que las aprisionaba; eran esposas policiales.

-¿Creíste que no me daría cuenta pequeño cabrón? ¿Cuántas veces te he dicho que no toques mis cosas? Es obvio que tu madre te permite hacer lo que quieras, ¡pero conmigo vas a cambiar!-

Con fuerza y rudeza, el padre de Daniel lo condujo hasta la cama, Daniel trató de resistirse, el entrenamiento de americano le había dado a Daniel fuerza, pero su padre era aún más fuerte y grande, resultado de varios años en el gimnasio.

-Mejor lo hacemos fácil pequeño cabrón y cooperas- dijo su padre, y encendió la luz sobre la mesa de noche. La luz era tenue y amarilla, y Daniel yacía boca abajo sobre la cama, pero aún con esto, Daniel pudo ver que había una maleta sobre la cama, a su lado derecho, y una cuerda que salía de ésta.

En cuestión de segundos, su padre tiró de los jeans que Daniel tenía puestos jalando con estos también los boxers negros, dejando las nalgas de Daniel, rosadas y trabajadas por el ejercicio, desnudas y al aire.

-Muy bien cabrón, vamos a entender esto- dijo el padre remangándose la camisa. -Primero, por tus cojones me desobedeces y te llevas mi coche, segundo lo chocas, y tercero regresas y no tienes el valor de decirme a la cara lo que has hecho. Voy a tener que castigarte como cuando eras un mocoso llorón, y esta vez tu madre no va a venir a detenerme, ¡tendrás que aguantar el castigo como un hombre!-

Su padre se acercó a lo pies de Daniel, le quitó los zapatos y la calcetas y terminó de jalar los jeans y los boxers, dejando todo en el suelo.

-¡Vamos viejo, cálmate!- replicó Daniel, entré medio enojado y medio asustado.

-¡No te atrevas a hablarme ahora cabrón o te irá peor! ¡Acepta lo que has hecho, deja de ser marica y vuélvete un hombre!- contestó su padre, he inmediatamente levantó las piernas de Daniel, se sentó a la esquina de la cama y con su notable fuerza, jaló el cuerpo de Daniel así sí, de modo que la cadera de Daniel quedó justo sobre sus piernas. Las nalgas de Daniel, rosadas y firmes, quedaron justo bajo la mirada del padre.

-Ahora, primero tendré que darte todos los castigos que te ganaste cuando eras un niño llorón y tu madre no me permitía, ¡así se te quitará lo mocoso y desobediente!- dijo el padre con voz calma.

-¡Viejo!...¿¡Qué vas... - Daniel no pudo terminar de hablar, sintió el golpe firme y directo de la mano tendida de su padre sobre sus nalgas. Daniel no supo si gritar o tratar de discutir otra vez, más que el dolor del golpe, fue la sorpresa del momento lo que lo dejó pasmado. Segundos después, otro golpe a mano amplia cayó sobre las nalgas de Daniel, está vez más fuerte que el primero.

-¡Ahh! ¡Viejo, para!- reclamó Daniel. Pero su padre actuó como si nada hubiera escuchado. Un tercer golpe recibió Daniel, seguido por otro, y después otro. Entre cada uno, Daniel sólo podía emitir un gemido, no le daba más tiempo de otra cosa.

El castigo siguió por unos 5 minutos, el padre veía cómo las nalgas de Daniel pasaban de un suave rosado a un rojo palpitante.

-¡Bien cabrón! Ya vas entendiendo de qué se trata esto. Mejor cooperas conmigo. ¡Qué buen culo te estás formando niño! Gracias a mí practicas un deporte para hombres; tu madre te hubiera metido al ballet o algo así y serías aún más marica, pero yo voy a arreglar eso.-

El padre se volteó para acercar la maleta situada sobre la cama, la jaló y la puso a sus pies.

-Veamos, esto es lo que usaba mi padre para educarme, ahora te toca a ti pequeño cabrón- Sacando una pequeña espátula de madrea, el padre de Daniel acarició un poco las nalgas rojizas de su hijo. Sin aviso, dejó caer otro golpe sobre la nalga derecha de Daniel, ésta vez con la espátula de madera.

-¡Ahhh! ¡Malditooo!- gritó Daniel, está vez con viva voz.

-¡Eso cabrón! ¡Grita como hombre!- y soltó otro golpe, ahora sobre la nalga izquierda. A cada golpe, Daniel sólo emitía rápidos pero audibles gritos. Esta vez el castigo duro unos 2 minutos, cuando su padre por fin se detuvo y dijo:

-Muy bien cabrón, esto te va a enseñar. ¡Mira que rojas estás esas nalgas! creo que ya aprendieron la lección, ¿y tú?- Daniel no respondió.

-¡Eso fue por usar lo que no es tuyo! ?La pensarás dos veces antes de tomar mis cosas! Ahora, ¿qué sigue? Ah sí, chocaste mi carro, eso amerita otra cosa.- El padre sacó la cuerda de la maleta y la desenredo. Jaló de nuevo de Daniel sin que éste pusiera resistencia, se sentía pareado por el dolor y la sangre que bombeaba en su cabeza a causa de los golpes.

Con rapidez, el padre de Daniel rompió de un jalón la ligera playera del equipo que Daniel llevaba aún puesta. Su hijo quedó totalmente desnudo, esposado, de pie pero tambaleándose frente a su padre.

Ágilmente, el padre pasó la cuerda por entre los brazos y el pecho de Daniel, luego por entre las piernas y los tobillos, lo volvió a recostar sobre sus piernas y amarró el nudo. Daniel se sentía confundido y asustado, la cuerda le apretaba y le rasguñaba.

-Ahora sí, vamos a lo que sigue- dijo su padre acariciando las aún rojas nalgas de su hijo.

3 castigos para un hijo - Parte 1

Los padres de Daniel se había divorciado hace dos años, y desde entonces Daniel pasaba casi todos los fines de semana en casa de su padre; el resto de la semana con su madre. A él le gustaba más estar con su padre porque tenía más dinero y compraba mejores cosas. También a su padre le gustaba hablar de Football Americano, deporte que Daniel practicaba desde niño.



Llegó el viernes y como casi siempre, su mamá lo dejó a la puerta de la casa de su padre, espero a que entrara y se marchó. Su padre aún no llegaba del trabajo, así que Daniel se preparó palomitas en el micro ondas y encendió la nueva pantalla que su padre había comprado hace poco. En media hora llegó su padre, entró con mala cara a la casa y al ver a Daniel, le dijo:

- Oh! Ya llegaste, muy bien, yo voy a bañarme y a recostarme, tuve un mal día. -

Sin decir ni añadir más nada, su padre subió las escaleras; se escuchó un golpe cuando cerró la puerta de la habitación principal.

Daniel no se preocupó, estaba habituado al mal carácter de su padre. Terminando el programa que estaba viendo, fue a la cocina por algo de tomar, y fue por la ventana junto al fregadero, que Daniel pudo ver el nuevo carro de su padre estacionado frente a la casa. Era un Mercedes negro y lustroso. Brillaba con la luz del sol del atardecer de una manera increíble a los ojos de Daniel. Olvidando lo que estaba haciendo, Daniel salió de la casa y se acercó al nuevo auto móvil. De cerca era aún más increíble. Todo en el carro olía a nuevo, especialmente a Daniel le llegaba el olor de las vestiduras de los asientos de piel.

De inmediato creció en Daniel el deseo de entrar, más que eso, de conducir aquella maravilla, pero sabía que su padre no lo dejaría, aún con sus ya 18 años cumplidos, Daniel sabia que su padre jamás dejaría que anduviera solo manejando semejante auto, pues su padre cuidaba mucho sus cosas, sobre todo los auto móviles.

Daniel recordó lo que le dijo su padre al llegar; con cautela regresó a la casa, subió las escaleras y abrió la puerta. Su padre estaba dormido boca arriba sobre su cama, las luces apagadas y las cortinas corridas. Ésta era una oportunidad única.

Con cuidado, Daniel se acercó a la mesa de noche donde estaba la cartera de su padre y por supuesto, las llaves del nuevo Mercedes. Las tomó y con el mayor cuidado que pudo regresó, cerró la puerta, bajó las escaleras y salió a la entrada de la casa. No podía creer lo que estaba haciendo, sabía que si su padre lo descubría se iba a poner furioso, pero la emoción de la aventura pudo más que el sentido común.

Fue sencillo descifrar el control de seguridad, así que Daniel quitó la alarma, abrió la puerta y la cerró con cuidado, ajustó el asiento, introdujo las llaves y encendió el motor. ¡Era mejor de lo que había pensado! El motor apenas se escuchaba y todo en el interior era suave y con olor a nuevo. Sin realmente pensarlo, Daniel puso la velocidad, quitó el freno y arrancó.

Era una sensación increíble: con tan solo apretar un poco el acelerador, éste reaccionaba y aumentaba la velocidad. La dirección era suave pero firme, y el asiento de conductor, el más cómodo en el que Daniel jamás se había sentado. Decidió no tardar mucho por si su padre despertaba pronto, así que planeó sólo ir a la tienda de la esquina y regresar. Ya llegando ahí, el semáforo en rojo le permitió disfrutar un poco más del coche, encendió el nuevo estéreo y apretó los botones que controlaban las ventanas de todo el carro y la capotilla. Todo se accionaba de inmediato y sin el menor ruido. Daniel no se percató cuando el semáforo cambió a verde; un carro por detrás de Daniel tocó la bocina, devolviendo a Daniel a su realidad. Por la impresión entre ver la luz verde y el sonido de la bocina del otro conductor, Daniel apretó el acelerado un tanto más fuerte de lo necesario, y perdiendo un poco el control del carro tras pasar el semáforo, fue a dar con un poste de luz que pegó en el lado del copiloto.

-¡Mierda! - se dijo Daniel en voz alta. -¡El viejo me va a matar!-

No se atrevió a bajar del coche para ver si algo le había pasado al carro, puso reversa, retrocedió un poco, direccionó el coche, y avanzo rumbo a casa de su padre, sientiendo un fuerte palpitar en su pecho.

En 5 minutos estaba de vuelta a la entrada de la casa de su padre; Daniel estacionó el coche tratando de que quedara justo en el mismo lugar donde su padre lo había estacionado primero. Cerró de nuevo las ventanas, apagó el estérero, luego el motor. Salió del coche, cerró la puerta y puso la alarma, y a regañadientes se obligo a caminar para ver el golpe que le había pegado al carro.

-¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! - el faro izquierdo estaba roto, no era mucho, pero sí era evidente. Algunas piezas rotas aún estaban dentro del hasta entonces nuevo faro.

Daniel no dijo más, regresó a su casa y con más rapidez que cautela subió al cuarto de su padre. Al abrir la puerta vio que éste ya no estaba acostado, Daniel escuchó los sonidos del baño de la recámara. Con toda la velocidad que pudo usar, Daniel regresó las llaves del Mercedes a la mesa de noche, regresó a la puerta, la cerró sin hacer ruido y bajó las escaleras. Salió al patio trasero, tomó un balón de football y se puso a practicar unos pases y lanzamientos.

A los 10 minutos su padre bajó, lo vio por la ventana que daba al jardín y salió para hablar con Daniel.

-Voy a la tienda por unas cervezas, ¿quieres algo?- a lo que Daniel respondió - No, estoy bien.-

Sin ninguno decir nada más, su padre dio media vuelta y se fue. Daniel esperaba que en cualquier momento su padre volviera gritando "¡pequeño cabrón! ¡mira lo que le hiciste a mi carro!" o algo parecido, pero nada sucedió.

Tras un momento, Daniel no pudo seguir fingiendo indiferencia, dejó el balón y entro a la casa. En la cocina se asomó de nuevo por la ventana. Su padre de verdad se había ido en el Mercedes sin notar nada.

-"Tal vez no lo note, o cuando lo note, quizá crea que fue en otro lado, que cuando estaba estacionado alguien le pegó y no le aviso"-

Daniel decidió calmarse para no levantar sospechas cuando su padre llegara, así que volvió al sofá de la sala y encendió la pantalla.

Tras media hora su padre no había vuelto. -"Qué raro, la tienda está muy cerca y sólo iba por cervezas"- Daniel empezaba a impacientarse un poco cuando por fin escuchó muy leve pero seguro, el cerrar de la puerta del Mercedes. Daniel se reacomodó en el sofá fingiendo aburrimiento. Se escuchó la puerta de la casa abrirse y cerrarse; su padre no dijo nada, sólo subió las escaleras como de costumbre.

A los 10 minutos, su padre le llamó con voz firme pero que no denotaba enojo:

-¡Daniel! ¡Sube al cuarto!-

Daniel se levantó, no apagó la pantalla, metió las manos en los bolsillos traseros de sus jeans y poniendo cara de indiferencia, subió por las escaleras y entró al cuarto. Lo primero que notó fue que las luces estaban apagadas.