martes, 26 de mayo de 2015

3 castigos para un hijo - Parte 2

Daniel entró a la habitación de su padre.

-Viejo, ¿estás aquí?-

De respuesta, una fuerte mano lo tomó por la muñeca izquierda y lo empujó contra la pared de la entrada. Sintió cómo la fuerte mano y brazo de su padre lo empujaba contra el muro. Escuchó un sonido metálico, después sintió en sus muñecas algo que las aprisionaba; eran esposas policiales.

-¿Creíste que no me daría cuenta pequeño cabrón? ¿Cuántas veces te he dicho que no toques mis cosas? Es obvio que tu madre te permite hacer lo que quieras, ¡pero conmigo vas a cambiar!-

Con fuerza y rudeza, el padre de Daniel lo condujo hasta la cama, Daniel trató de resistirse, el entrenamiento de americano le había dado a Daniel fuerza, pero su padre era aún más fuerte y grande, resultado de varios años en el gimnasio.

-Mejor lo hacemos fácil pequeño cabrón y cooperas- dijo su padre, y encendió la luz sobre la mesa de noche. La luz era tenue y amarilla, y Daniel yacía boca abajo sobre la cama, pero aún con esto, Daniel pudo ver que había una maleta sobre la cama, a su lado derecho, y una cuerda que salía de ésta.

En cuestión de segundos, su padre tiró de los jeans que Daniel tenía puestos jalando con estos también los boxers negros, dejando las nalgas de Daniel, rosadas y trabajadas por el ejercicio, desnudas y al aire.

-Muy bien cabrón, vamos a entender esto- dijo el padre remangándose la camisa. -Primero, por tus cojones me desobedeces y te llevas mi coche, segundo lo chocas, y tercero regresas y no tienes el valor de decirme a la cara lo que has hecho. Voy a tener que castigarte como cuando eras un mocoso llorón, y esta vez tu madre no va a venir a detenerme, ¡tendrás que aguantar el castigo como un hombre!-

Su padre se acercó a lo pies de Daniel, le quitó los zapatos y la calcetas y terminó de jalar los jeans y los boxers, dejando todo en el suelo.

-¡Vamos viejo, cálmate!- replicó Daniel, entré medio enojado y medio asustado.

-¡No te atrevas a hablarme ahora cabrón o te irá peor! ¡Acepta lo que has hecho, deja de ser marica y vuélvete un hombre!- contestó su padre, he inmediatamente levantó las piernas de Daniel, se sentó a la esquina de la cama y con su notable fuerza, jaló el cuerpo de Daniel así sí, de modo que la cadera de Daniel quedó justo sobre sus piernas. Las nalgas de Daniel, rosadas y firmes, quedaron justo bajo la mirada del padre.

-Ahora, primero tendré que darte todos los castigos que te ganaste cuando eras un niño llorón y tu madre no me permitía, ¡así se te quitará lo mocoso y desobediente!- dijo el padre con voz calma.

-¡Viejo!...¿¡Qué vas... - Daniel no pudo terminar de hablar, sintió el golpe firme y directo de la mano tendida de su padre sobre sus nalgas. Daniel no supo si gritar o tratar de discutir otra vez, más que el dolor del golpe, fue la sorpresa del momento lo que lo dejó pasmado. Segundos después, otro golpe a mano amplia cayó sobre las nalgas de Daniel, está vez más fuerte que el primero.

-¡Ahh! ¡Viejo, para!- reclamó Daniel. Pero su padre actuó como si nada hubiera escuchado. Un tercer golpe recibió Daniel, seguido por otro, y después otro. Entre cada uno, Daniel sólo podía emitir un gemido, no le daba más tiempo de otra cosa.

El castigo siguió por unos 5 minutos, el padre veía cómo las nalgas de Daniel pasaban de un suave rosado a un rojo palpitante.

-¡Bien cabrón! Ya vas entendiendo de qué se trata esto. Mejor cooperas conmigo. ¡Qué buen culo te estás formando niño! Gracias a mí practicas un deporte para hombres; tu madre te hubiera metido al ballet o algo así y serías aún más marica, pero yo voy a arreglar eso.-

El padre se volteó para acercar la maleta situada sobre la cama, la jaló y la puso a sus pies.

-Veamos, esto es lo que usaba mi padre para educarme, ahora te toca a ti pequeño cabrón- Sacando una pequeña espátula de madrea, el padre de Daniel acarició un poco las nalgas rojizas de su hijo. Sin aviso, dejó caer otro golpe sobre la nalga derecha de Daniel, ésta vez con la espátula de madera.

-¡Ahhh! ¡Malditooo!- gritó Daniel, está vez con viva voz.

-¡Eso cabrón! ¡Grita como hombre!- y soltó otro golpe, ahora sobre la nalga izquierda. A cada golpe, Daniel sólo emitía rápidos pero audibles gritos. Esta vez el castigo duro unos 2 minutos, cuando su padre por fin se detuvo y dijo:

-Muy bien cabrón, esto te va a enseñar. ¡Mira que rojas estás esas nalgas! creo que ya aprendieron la lección, ¿y tú?- Daniel no respondió.

-¡Eso fue por usar lo que no es tuyo! ?La pensarás dos veces antes de tomar mis cosas! Ahora, ¿qué sigue? Ah sí, chocaste mi carro, eso amerita otra cosa.- El padre sacó la cuerda de la maleta y la desenredo. Jaló de nuevo de Daniel sin que éste pusiera resistencia, se sentía pareado por el dolor y la sangre que bombeaba en su cabeza a causa de los golpes.

Con rapidez, el padre de Daniel rompió de un jalón la ligera playera del equipo que Daniel llevaba aún puesta. Su hijo quedó totalmente desnudo, esposado, de pie pero tambaleándose frente a su padre.

Ágilmente, el padre pasó la cuerda por entre los brazos y el pecho de Daniel, luego por entre las piernas y los tobillos, lo volvió a recostar sobre sus piernas y amarró el nudo. Daniel se sentía confundido y asustado, la cuerda le apretaba y le rasguñaba.

-Ahora sí, vamos a lo que sigue- dijo su padre acariciando las aún rojas nalgas de su hijo.

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